... Y también la gran olvidada, ya que su nombre no siempre aparece en los medios cuando se hace un balance de los más grandes de la historia de la moda. Y es que Elsa Schiaparelli fue una diseñadora atípica que ejerció una gran influencia sobre todos sus coetáneos -y sí reconocidos como Grandes-, pero cuyo nombre no ha permanecido como firma hasta nuestros días. Una rara avis cuya vida y obra merece ser recordada.
Conocida como Schiap entre sus allegados, Elsa Schiaparelli nació en Roma en 1890 en el seno de una familia adinerada y muy vinculada a la cultura y las ciencias. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de su ciudad natal, y ya sorprendió a propios y extraños publicando un escandaloso libro de poemas eróticos al terminar su carrera. Se marchó a París y allí se casó muy joven, a los 18 años, con el conde William de Wendt de Kelor, con quien instaló en Nueva York en 1921 (empapándose, de paso, de toda la modernidad de esa ciudad en plena ebullición hasta que nació su hija. Al poco de nacer ésta, las abandonó a los dos y Elsa se instaló en París sin trabajo y una niña que mantener: había que ponerse manos a la obra.
Retomando sus antiguas amistades parisinas, empezó a entablar contacto con representantes de los movimientos artísticos que bullían en aquellos días, como Francis Picabia, dadaísta, o Marcel Duchamp y Man Ray, del Surrealismo. Animada por sus amigos artistas, Elsa inauguró una boutique en París a comienzos de los años 20 que permanecería abierta hasta 1954, cuando se negó a aceptar los cambios introducidos en la moda después de la II Guerra Mundial. ¿Por qué no quiso unirse a las corrientes de estilo imperantes en la época? Porque ella siempre fue a contracorriente y se alejaba de las convenciones, prefiriendo mantenerse siempre más cerca de las inclinaciones artísticas que financieras.
Elsa Schiaparelli es la diseñadora del Surrealismo, y trabajó codo con codo con Salvador Dalí, Leonor Fini o Jean Cocteau; el de Cadaqués incluso diseñó para ella una enorme langosta que ella plasmaría en su célebre Lobster Dress. También es muy famoso su sombrero-zapato, detrás del cual está, por supuesto, la calenturienta surrealista mente de Dalí. Elsa mantenía su boutique parisina con bastante éxito gracias a sus innovadoras propuestas: gruesos jerséis tejidos por refugiadas armenias, combinaciones de color inauditas para la época, uso de tonos vibrantes, pasión por las cremalleras y botones... Creó una nueva y atrevida elegancia inspirada en el arte y que tenía mucho de teatral y cinematográfico.
Coco Chanel la definió como "esa artista italiana que diseña ropa" ya que era su máxima competidora en aquel momento. Mientras Chanel optaba por la austeridad, Schiaparelli se esforzaba por crear prendas más llamativas, llenas de detalles, e innovar con los cortes. Sus creaciones fueron de las primeras en incluir el color fucsia o el turquesa, solos o combinados, así como materiales nunca antes utilizado en la ropa como el plástico. Fue la primera en crear amplias líneas de baño y deporte para la mujer, incluyendo una especie de falda pantalón para poder jugar al tenis con comodidad. Su estilo, a veces ofensivo para las damas más recatadas de la época, era muy del agrado de fieles clientas como Wallis Simpson, Daisy Fellowes o Marlene Dietrich. En definitiva, mujeres rompedoras y que no se conformaban con lo convencional.
Cuando terminó la guerra, tras haberse autoexiliado a Nueva York, volvió una vez más a París para continuar con su negocio. Pero el panorama era desolador: la moda volvía al estilo preguerra, imperaba la austeridad y un tal Christian Dior dominaba el mercado. En 1954 se retiró, el mismo año en que su gran rival, Coco Chanel, retomaba su firma. El mundo de la moda ya no estaba hecho para ella; comenzaban los años de sobriedad, elegancia, de blancos, negros y grises en detrimento de la imaginación y el colorido. ¿Qué le debe la moda a Elsa Schiaparelli? La creatividad, la fantasía y la vivacidad.
Elsa murió en 1973, pasando sus últimos días entre París y Túnez. Cabe destacar que su descendencia también ha permanecido ligada a la moda de una manera u otra. Su única hija, Maria Luisa -conocida como Gogo-, se casó con el millonario Robert L. Berenson, padre de Marisa Berenson, actriz y modelo incluso a su edad imposible.
La casa Schiaparelli reabrió en 1977 dirigida por un equipo de diseñadores, y hoy continúan vendiendo perfumes y accesorios de una manera bastante testimonial y casi como si fuera merchandising. De cualquier forma, su legado lo podemos apreciar en todos esos visionarios de la moda (John Galliano, Vivienne Westwood, Jean Paul Gaultier, Viktor & Rolf) que continúan rompiendo moldes como Elsa hizo hace ochenta años.
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